lunes, 13 de mayo de 2013

El fantasma de la niebla. Asomándonos a la historia.


En un post anterior, titulado "Mi novela "El fantasma de la niebla". El asesino de la historia y un tabú", comienzo a hablar de esta novela policial, con algo de terror y mucho de suspense que trata de un asesino que sale a cazar y una niña que en una ocasión lo ve.
Nadie la crédito a lo que ella cuenta, y a partir de ahí mientras la policía sigue su investigación por otros derroteros, la protagonista comienza a experimentar una conexión con el asesino.
Pero no conoce su rostro. Sólo percibe su presencia.
El caso se cierra con la detención de un sospechoso y el tema se olvida.
La niña crece. Se transforma en una joven solitaria y distante que vuelca su creatividad en dibujos para una infancia que nunca ha tenido. Todos estos años logró con relativo éxito relegar al olvido "consciente" las imágenes de sus pesadillas de niña, hasta ahora.
Alguien vuelve a matar en la ciudad donde ella se trasladó para poner distancia de una vida anterior que quiere olvidar y comenzar de nuevo, pero esta vez no puede contener las pesadillas.
Conoce a alguien. Un hombre atractivo y carismático que le da señales contradictorias.
No sabe lo que está ocurriendo.
Tiene miedo. Y con razón.

"Contempla su copa de vino: es capaz de saborearla durante horas. Como una buena lectura. Como una hermosa mujer.
Despacio, lentamente, ahondando en la relación. Y eso lleva su tiempo. Recuerda la última aventura con algo parecido a la nostalgia.
Se incorpora con un movimiento felino y se acerca a un gran ventanal que da al jardín.
Sus ojos brillan en la oscuridad, como los gatos.
Afuera, reina la noche."

"Ella desconoce el efecto que provoca en él. De hecho, esta ingenua inconciencia acentúa aún más su interés. Por otra parte, mejor para ella ignorarlo. Si lo supiera, saldría huyendo como una ninfa de los bosques que atisba la trampa del cazador."

"En alguna parte, a oscuras y en la más completa soledad, alguien espera ser encontrada bajo un árbol añoso, con la mirada velada fija ante sí, y el cuerpo frío como el de una muñeca desarticulada, rota, despojada para siempre de su juventud exuberante, con su risa y sus latidos."

Alexander Khokhlov

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