Había
visto el anuncio en el periódico, de modo que respondió enseguida y se preparó
para la entrevista.
Un
hombre pálido, vestido con un traje que olía a naftalina, le hizo unas pocas
preguntas, y para alivio de la joven, fue contratada.
Comenzó
a trabajar al día siguiente.
Le
gustaba el horario, el barrio tranquilo y bohemio, y en especial la tienda. El
cartel al estilo de los años veinte rezaba: «Pandora. Regalos y curiosidades.
Compra venta de todo tipo de artículos».
Debajo
de las letras grandes había una aclaración que en este caso se refería a ella
misma: «Si tiene dudas o desea preguntar algo, diríjase al mostrador. Lo
atenderemos sin ningún compromiso de compra».
El
local no era pequeño, aunque al estar abarrotado de objetos de todo tipo,
tamaño y utilidad, daba la sensación de ser un espacio reducido.
La
flamante dependienta, cuando no estaba atendiendo a la clientela curiosa,
ocupaba su tiempo en quitar polvo y organizar la surtida mercadería en sus
respectivos estantes.
La
joven sentía una especial fascinación por la colección de piedras y amuletos
orientales que se exhibía en una de las vitrinas.
También
le encantaban los perfumeros de cristal tallado, y las «muñecas del mundo»,
como ella misma llamaba a una serie de pequeñas muñecas vestidas con los trajes
típicos de todos los países.
Allí
no tenía un solo instante de aburrimiento. Si tenía ganas de leer, cogía un
libro de viajes o algún manual de biología.
Si
quería escuchar música, tenía la posibilidad de elegir entre miles de discos de
pasta clasificados por género musical.
En
fin, aquello le resultaba casi un paraíso. Con una excepción.
Le
costaba admitirlo ante ella misma, pero el objeto en cuestión le daba un poco
de miedo. Más de una vez debió vencer el impulso de llevarlo a la trastienda y
cubrirlo con un trapo para no tener que verlo.
Provenía
de las lejanas tierras del Amazonas.
Era
una cabeza reducida.
Sí,
la tienda también poseía una colección de ese tipo de artículos: pequeños
animales disecados, venenos de serpientes conservados en minúsculos frascos de
cristal herméticos, y lo que para la joven era una visión repugnante: una
docena de fetos y órganos de distintas especies mantenidos en formol.
Esta
colección, que en su opinión era lo único desagradable entre la gran mercadería
de la tienda, se hallaba ubicada en un rincón al fondo del local, y solo
accedían a él unos pocos clientes excéntricos.
La
joven dependienta no comprendía que alguien quisiera gastar dinero para poseer
algo así en su casa, y mucho menos para exponerlo como un tesoro, que era lo
que algunos solían hacer.
Sin
embargo aquello formaba parte de su trabajo, de modo que con un encogimiento de
hombros quitaba el polvo a los estantes y revisaba el inventario.
Intentaba
sobrellevar su aversión al contenido con naturalidad.
Excepto
la cabeza reducida. Sentía que estaba compartiendo el espacio con un cadáver. Y
aquella idea le perturbaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Al
pensar en ello, suponía que aquella cabeza pertenecía a algún indígena que
había tenido la mala suerte de caer prisionero en manos de una tribu enemiga; o
quizás era un viejo ancestro cuya familia había querido honrar su memoria
mediante aquella abominable práctica.
La
joven no lo sabía con certeza; tampoco tenía la intención de averiguarlo.
Por
todos los medios trataba de ignorar la cabeza; sin embargo, cuanto más se
esforzaba, con mayor intensidad percibía su presencia en la tienda.
Sus
ojos, de manera involuntaria, la buscaban; y al tropezar con ella, se apartaban
para volver a posarse en aquel bulto con fascinada repulsión.
La
cabeza era pequeña: tenía el tamaño de la de un bebé de pocos meses.
Era de color marrón oscuro, con la piel semejante a un cuero seco y arrugado.
Todavía conservaba unos mechones de pelo; y la boca sin labios parecía
contraída hacia dentro, mostrando tres dientes amarillentos.
Le
habían colocado un par de ojos de cristal, que según la opinión de la joven, en
lugar de mejorar su aspecto, la hacían parecer algo salido de una pesadilla.
Se
hallaba expuesta en una especie de nicho de madera forrado en terciopelo rojo,
que estaba colgado en la pared lateral del rincón destinado a la colección
«especial».
Un
viernes por la tarde, frío y lluvioso, la joven dependienta estaba enfrascada
en la lectura de un libro, cuando oyó ruidos provenientes del fondo del local.
«Los
ratones vuelven a dar guerra» pensó con fastidio.
Se
acercó al umbral de la trastienda y encendió la pequeña bombilla del techo.
Echó
una ojeada rápida a su alrededor, y al no ver nada fuera de su sitio, se
dirigió de nuevo a su puesto detrás del mostrador.
Sus
ojos, como todas las veces que iba a aquella zona, buscaron la cabeza reducida.
Frunció
el ceño desconcertada. Había algo raro ahí.
Se
acercó y miró el nicho con su contenido.
La
cabeza estaba ubicada mirando al frente, pero ahora notaba que se hallaba unos
milímetros torcida hacia la derecha. ¿Cómo era posible?
Esa
tarde había entrado poca gente en la tienda, y nadie tuvo oportunidad de ir
hasta allí para tocar nada.
¿Estaba
segura de aquello?
«Sí»
se respondió a sí misma.
¿Podía
ser que el dueño la hubiera movido el día anterior?
Al
final de cada jornada, unos minutos después del cierre de la tienda, el
propietario llegaba para revisar las cuentas del día y recoger el dinero de la
caja.
Era
un hombre de pocas palabras; al igual que en la entrevista de trabajo, el
hombre iba directo al grano y en poco tiempo despachaba el asunto.
«No,
no creo que haya sido él» pensó la chica.
Con
aquel misterio sin resolver regresó a su sitio para retomar la lectura. Consultó
el reloj de pared: aún faltaba una hora para concluir su jornada de trabajo.
Ya
había anochecido, y al parecer la lluvia se había calmado un poco.
Comenzó
a leer donde lo había dejado. Al poco rato tuvo una incómoda sensación en la
nuca, como si alguien la estuviese mirando a sus espaldas.
Sabía
cuál era la fuente de aquella sensación.
Se
volvió a levantar de la silla y fue a plantarse frente a la cabeza.
Parpadeó.
¿Era cosa de su imaginación, o la cabeza estaba más ladeada que antes? Miró
hacia la dirección en que se hallaba inclinada, y solo vio una vitrina con
piedras, junto al gran armario antiguo donde se guardaban los disfraces
venecianos.
Sacudió
la cabeza desconcertada, y regresó al mostrador.
Encendió
la luz de una pequeña lámpara y cogió nuevamente el libro.
Por
fin el reloj señaló la hora del cierre.
La
dependienta se levantó con una mueca: aquella postura le estaba afectando a su
columna lumbar; tendría que andar más, o apuntarse a algún gimnasio.
Guardó
el libro, cogió su bolso y volvió a mirar el reloj: el dueño se estaba
retrasando. Sería la primera vez.
Luego
fue a la trastienda para coger su abrigo y el paraguas, y no pudo evitar
dirigir la mirada de nuevo hacia la cabeza: ¡ahora miraba directamente hacia
donde ella estaba!
«¿Qué
diablos...?»
Detrás
de ella el armario se abrió y una figura se abalanzó sobre la joven, la tumbó
en el suelo y la inmovilizó boca abajo.
Ella
no tuvo tiempo de reaccionar. Su atacante la agarró de la larga melena suelta y
le echó la cabeza hacia atrás; la joven vio apenas el movimiento de un
relámpago que rebanó su cuello, y fue cuando supo con horror que moriría
ahogada en su propia sangre.
Instantes
después la alta sombra se incorporó de un salto, mientras a sus pies el cadáver
se sacudía con los últimos espasmos, y lo dejó allí para acudir donde se
hallaba la cabeza reducida.
«–Es
inútil que lo intentes –dijo–. Nadie te hace caso; aunque ya no importa, pues
pronto serás reemplazada».
Tras
decir esto la figura se dirigió al mostrador y la luz de la lámpara iluminó su
austero rostro: el dueño de la tienda acababa de realizar su última
adquisición.
Nota: las imágenes pertenecen a las películas: "Los crímenes del Museo de Cera", "Alta tensión" y "Henry: retrato de un asesino".
Madre mía, Fabi logras dejarme sin respiración :)
ResponderEliminarGracias, cuore, un besote!!!
EliminarWow, la verdad me quede sin palabras al leer tan maravilloso relato, me encanto leerte y tambien las imagenes que escogiste para acompañarle, me encanto. traffic-club http://abzurdahzenizientah.blogspot.com/
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias María! Voy a visitar tu blog, no sabía que habías ingresado en el club, ¡bienvenida!
Eliminar¡Un abrazo!
Ojalá pudiera escribir así, tan explícitamente las cosas.... palabra por palabra... cada una en su lugar justo..... en el momento adecuado... en el renglón adecuado... justo cuando no lo esperaba....
ResponderEliminarGeniaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa total!!!
Seguí sorprendiéndonos por favor!!
Tigrrrrrrrrrrrra
traffic-club
www.tigra-cuentosdehorror.blogspot.com
Tigra cuore muchísimas gracias, con una lectora entusiasta como vos, enseguida me suben los ánimos para seguir escribiendo...
EliminarTe mando un abrazo, y me alegro un montón de que te gusten mis historias...
y yo que voy dejando faltas de ortografia por alla donde paso!!SIN PALABRAS
ResponderEliminarde las imagenes la de HENRY.....es un peliculon
traffic-club
http://torette.wix.com/mementotecalist
Muchas gracias Torette, y nada, que los errorcillos son fácilmente subsanables...
EliminarSaludos!
Muy buen relato, Fabi.
ResponderEliminarCosa curiosa, cuando lo he leído esta mañana, me estaba imaginando al dueño de la tienda como al gran Vincent Price...
¡Nos leemos!
Traffic-Club
vigilandoelcielo.blogspot.com
Muchas gracias Israel, sí me encanta Vincent Price, su rostro inspira para este tipo de personajes!!!
EliminarSaludos!
Que miedo ahora si, por eso decía que aprender defensa personal es importante o como dices tu correr muy rápido. En serio que ahora si me dio miedo
ResponderEliminarSaludos.
Traffic CLub.
http://blogdewarrior.blogspot.mx/
¡Muchas gracias WarrioR!
EliminarUn saludo!
Muchas gracias Oz, me alegro de que disfrutes con la lectura...
ResponderEliminarSaludos!
Tigra jamás tiene miedo.... pero ... bueno.... mejor me voy a cerrar la ventana..... la puerta está trabada...sí, está trabada...... y UPS! en el mejor momento, aparece mi gatita Tigra de la nada y se me sube a mis piernas, dandome el MAYOR SUSTO DE MIS 7 VIDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS....
ResponderEliminarSaludos amiga
Tigrrrrrrrrrrrrrrra
Traffic-Club
www.tigra-cuentosdehorror.blogspot.com
Jajajajaaaa! A mí también mis gatitas me suelen dar esos sustos, sobre todo de noche cuando aparecen de repente!!!
EliminarUn abrazo grande para vos!!!
Que sepas que estoy de vuelta y he retomado mi blog. Además, estoy impaciente por seguir leyendo tus estupendos relatos.
ResponderEliminarSaludos.
TRAFFIC CLUB
http://lascrnicasdeaxa.blogspot.com.es/
Muchas gracias AXA, qué bueno que estás de vuelta por estos lares...
Eliminar¡Un abrazo!
El cuento está muy bueno,solo que habría que trabajar un poco mas la síntesis,para sumarle velocidad.Mucha descripción distrae .Ej."La dependienta se levantó con una mueca.Aquella postura le estaba afectando a su columna lumbar.Tendría que andar mas,o apuntarse en un gimnasio".Todo este fragmento(Que a mi opinión,sobra) y otros,hay que entrar a podarlos.
ResponderEliminarMínimas palabras que digan lo máximo,hacen del cuento el knock-aut que se espera de él.El material,El argumento,la atmósfera,muy buenos.
Saludos.
Muchas gracias por tu aporte, me alegro de que lo hayas leído.
Eliminar¡Saludos!
Genial!, me ha atrapado de principio a fin. Enhorabuena!
ResponderEliminarTraffic Club | www.discoduroderoer.es
Sorteo de licencias de WebSite X5 Evolution 10 http://goo.gl/raQjzi
Muchas gracias Fernando,
Eliminarun abrazo!
Este lo he disfrutado mas, el dueno de aquel lugar elaboraba sus propias tzantzas, he visto una en vivo en un museo, muy buen relato, me mantuvo a la expectativa hasta el final, imprevisible
ResponderEliminarTRAFFIC CLUB
CUENTOS DE TERROR Y PROFECIAS
¡Muchas gracias Alejandra por tus comentarios!
EliminarMe alegro de que disfrutes con la lectura de mis historias...
Un saludo
Muy bueno, Fabiana, se siente el suspenso a cada paso de la trama.
ResponderEliminar¡Saludos!
Muchas gracias Juan,
Eliminarencantada de que mis historias te gusten.
Un abrazo.