martes, 17 de noviembre de 2015

MI BANDERA




Quizás porque mis bisabuelos
emigraron. Mis abuelos
dejaron su tierra natal.
Mis padres cruzaron el océano.
Yo misma emigré.
Y aunque la bandera
de la tierra que me vio nacer
es de cielo y de mar,
y la bandera 
de la tierra que me acogió
es de sangre y de oro,
no cierro los brazos sobre ellas.
Mi bandera posee los colores
del mundo.
Mi bandera abraza 
todo lo humano.
Mi bandera 
se llama Libertad.





(Fotos extraídas de internet.)

lunes, 16 de noviembre de 2015

13N: La herida abierta.

El viernes 13 de noviembre por la noche, comencé a ver el programa "Tu cara me suena" para pasar un rato divertido, cuando mi hermana, que veía algo en internet, exclama: "¡Fabi, hay un tiroteo en París!". De inmediato busco el canal 24 horas y comenzamos a seguir en directo un drama que todavía me cuesta digerir como algo real, algo que ha ocurrido en una ciudad maravillosa aquí al lado, en la Europa de la democracia y de la civilización...
La primera tentación que me asaltó fue la de buscar culpables: que los locos fanáticos, que políticos metidos en guerras absurdas por intereses varios, que las religiones, que las fronteras injustas, que la pobreza, que la discriminación... No voy a caer en esa tentación. Ni en la del victimismo: porque siempre que hay un culpable, tiene que haber una víctima. Y la palabra "víctima" no me gusta para nada: me suena a un ser débil, impotente, vulnerable y en definitiva, derrotado. No. Prefiero pensar en personas cuyas vidas tuvieron un sentido, y cuyas muertes también nos están diciendo algo.
Me pregunto, sobre todo, por esos chicos jóvenes, ciudadanos franceses, que fueron a colegios en Francia y que algo los impulsó a unirse a un grupo que tiene a occidente como enemigo al que eliminar sin compasión. Es evidente que esos jóvenes no se sentían ni franceses, ni ciudadanos de la Europa de los derechos y las libertades. ¿Qué provocó tanto odio? ¿Qué le ofrecían los fanáticos que los adiestraron para esta guerra? Le ofrecían un motivo no para vivir, sino para luchar y morir como mártires. Un motivo para canalizar el resentimiento y sentir que su odio tenía sentido.
Estos jóvenes, no nos engañemos, no estaban "integrados". Tenían papeles, sí. Eran "ciudadanos" con plenos derechos ante la ley. Pero no se sentían "parte" del país donde vivían.
Con esto no estoy justificando nada, que no se me malinterprete, por favor. Estoy pensando en voz alta, estoy intentando comprender, porque tampoco creo en la violencia gratuita, arbitraria, que "cae" en alguna parte porque hubo "mala suerte". Esa ingenuidad no nos va a ayudar a evitar que esto se repita. Tampoco la actitud necia de creer que esto "no tiene nada que ver conmigo". Todo tiene que ver conmigo, con nosotros. Somos uno. Y hay personas, seres humanos, no monstruos, que cometen acciones monstruosas, sí, por alguna razón. No se han vuelto locos de repente; no se han radicalizado por culpa de una religión. No. Ese sería un análisis simplista. Hay mucho odio con raíces profundas, de larga data. Europa, Estados Unidos, Occidente en general, se ha ganado un "enemigo". Sí, opino que nos lo hemos "ganado", y ahora nos toca pensar en serio qué debemos y qué podemos hacer.
Y nuestros "enemigos" hablan de nosotros. Nos están diciendo algo. Yo por lo menos, estoy decidida a escuchar. A mirar a los seres humanos detrás de las máscaras del odio. A mirar mis propios juicios cotidianos, a desenmascarar mis "fronteras", a llevar un granito de esta paz que tanto nos hace falta a todos.
En mi casa vive un Francisco de Asís (de cuatro patas y bigotitos), en honor al ser maravilloso que llamó "hermanos" a todos los seres. Hoy le pido inspiración. Hoy necesitamos muchos Franciscos de Asís.
Un abrazo y feliz lunes.


(Imagen extraída de la red.)