domingo, 29 de septiembre de 2013

Fotografías de la jornada de hoy: nubes y viento en la playa

Hoy tenía pensado no salir; mi intención vespertina era ver en la tele una película lacrimógena y después quedarme a leer en casa. El tiempo invitaba al recogimiento, a una postura cómoda en el sofá y disfrutar del saludable "ocio intelectual" que tan bien aconsejaba Aristóteles.
No fue posible. Ví la película (que no resultó ser tan melodramática, al contrario, aprovecho la ocasión para recomendarla a quien no la haya visto: Las normas de la casa de la sidra), y después no pude resistirme a la llamada del viento, la playa y el mar.
Estoy convencida de que hay sirenas por aquí. Pese al tiempo desapacible, hemos sido varios los seducidos por la llamada del dios Neptuno...
Aquí comparto algunos "flashes" de mi incursión:



















miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mi blog nominado al Premio Liebster Award


Hola gente linda,

estoy muy contenta porque el blog Galaxia de Letras, creado por el escritor Israel Campos, me ha nominado a este premio, ¡¡¡muchísimas gracias!!!, es todo un honor para mí, que he comenzado esta aventura de escribir un blog recién este año (no cuento el anterior porque apenas comenzado lo había abandonado a los dos días)...
Y por supuesto mi agradecimiento a todos los que se han acercado alguna vez o leen con frecuencia mis creaciones semanales, estas visitas me animan a continuar compartiendo las historias que escribo.
Bueno ahora sigo el protocolo de la nominación, indicando las bases del premio:

- Agradecer al blog que te ha nominado y nombrarlo.
- Hacerte seguidor del mismo.
- Responder a las once preguntas que te plantea.
- Conceder otras once nominaciones a otros once blogs.
- Informar a los once blogs de que les has nominado.
- Plantear once preguntas para que tus nominados respondan.

Estas son las preguntas que me hace Israel:

1- ¿Un libro que te ha hecho pensar (para bien o para mal)?

El Principito, de Saint Exùpery.

2- Un personaje con el que te tomarías un chocolate caliente.

Me encantaría hacerlo con Poirot, el famoso detective, eso sí, hablando los dos en castellano...

3- Un malvado que no puedes dejar de admirar.

Lo confieso con algo de culpa: el psiquiatra psicópata Hannibal Lecter. No sé si es admiración o qué, quizás la palabra exacta es "fascinación" por este personaje.

4- ¿Un final que cambiarías?

Esta respuesta es fácil: el final de Lo que el viento se llevó. Me indigné mucho con aquel final, fue la decepción de mis quince años, cuando leí la novela por primera vez...

5- ¿Qué le dirías a tu autor favorito?

Bueno, tengo varios autores favoritos, pero para esta pregunta elijo a Stephen King, y me encantaría poder agradecerle no solo por sus historias que me hacen estremecer, sino también por el testimonio que ha dado de su propia vida en su libro "Mientras escribo". Para mí ese librito es una joya, que recomiendo a los que hace poco hemos comenzado a incursionar en la aventura de escribir para un público que no eres tú mismo...

6- ¿Ordenador, boli o pluma?

Bolígrafo; o como decimos en mi tierra natal: "lapicera".

7- ¿A qué libro le cambiarías el título?

Pues me ha venido a la mente La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de la Trilogía del autor Stieg Larsson, lo evidente, es decir, elegiría algo más corto, pero por otra parte creo que sus largos títulos forman parte del encanto de este autor...

8- ¿Qué persigues al escribir?

En primer lugar, lo hago para llenar una necesidad interior; no sé si de desahogo, catarsis como he comentado en alguna ocasión, terapia o el simple impulso de expresarme con la palabra escrita.
En segundo lugar, el deseo de compartir algo con otras personas.
Me atrevo a dar una tercera razón: entretenerme, pasarlo bien, desafiarme a mí misma a inventar algo y contarlo...
Habrá más razones, aunque creo que estas son las más significativas.

9- ¿Has dejado algún libro sin terminar?

¿De leer? No lo recuerdo. Creo que es más un defecto que una virtud mía: aunque una historia no me seduzca mucho y hasta me aburra o no la entienda, me "obligo" a leer hasta el final.
Con esto pierdo el placer de la lectura, y se transforma en una tarea desagradable; así que seguiré el consejo de Borges, y abandonaré a partir de ahora aquella lectura que no "sintonice" conmigo: quizás no estamos hechos el uno para el otro.

10- Un capítulo para el recuerdo.

Cuando en la novela El pájaro espino (El pájaro canta hasta morir, en versión argentina), el sacerdote acude a la isla donde se hallaba la protagonista emocionalmente destrozada, y allí se atreve a amarla como un hombre, no un "casto cura". Leí esa novela cuando era adolescente, mejor dicho la "devoré" en una noche, y después no he visto la serie. Nunca me atreví a verla, la verdad. Ese capítulo me impresionó muchísimo.

11- Un personaje que te gustaría ser.

No sé si me gustaría estar en la piel de ese personaje, pero admiro mucho y me encanta la forense Doctora Kay Scarpetta, protagonista de muchas novelas de la autora Patricia Cornwell. Para mí es una heroína de las más auténticas.

Y para quienes todavía no saben nada sobre este premio, comparto aquí de qué se trata:


Me parece una linda iniciativa y encantada me he unido a la aventura.

Los blogs que he elegido para el Premio Liebster Award:

1- http://tigra-cuentosdehorror.blogspot.com.es/

2- http://isabellaso.blogspot.com.es/

3- http://evammedina.blogspot.com.es/

4- http://el-cine-que-viene.blogspot.com.es/

5- http://www.suconsultablog.blogspot.com.es/

6- http://memoriasdeorfeo.blogspot.com.es/

7- http://terror-en-el-cine.blogspot.com.es/

8- http://thedarkcritic.blogspot.com.es/

9- http://www.mietereomausoleo.blogspot.com.es/

10- http://abzurdahzenizientah.blogspot.com.es/

11- http://negraviuda.blogspot.com.es/

Mis preguntas para los premiados son las siguientes:

1- ¿Qué te ha motivado a crear un blog? ¿Y a elegir el tema?

2- Tu género literario favorito.

3- ¿Cuál es tu película y/o serie favorita?

4- Elige un libro que te haya impresionado de modo especial.

5- Tu superhéroe preferido. Tu protagonista de novela preferido y tu villano preferido.

6- Si tuvieras que elegir un autor de ficción, ¿cuál sería?

7- ¿Qué película no recomendarías ver? ¿Y novela?

8- ¿Cuál es la adaptación de libro a película que menos te ha gustado?

9- Un actor y una actriz preferidos. Un lugar en el mundo y una música.

10- Enumera tus grandes aficiones.

11- Última película que has visto y último libro que has leído (o estás leyendo).

Un abrazo y ¡a disfrutar con la aventura!





martes, 24 de septiembre de 2013

Dulce Cindy




 Desde hacía más de una década, el hombre seguía una rutina particular todos los sábados del verano: se levantaba temprano y pasaba el día entero en el zoológico de la ciudad.

Él era un fotógrafo profesional, y allí ofrecía sus servicios como cualquier otro.

Desde hacía dos semanas su centro de atención eran los visitantes de las jaulas de los monos.

Aunque aquellos animales le provocaban repulsión porque a su juicio eran sucios y obscenos, su interés se centraba en una familia en particular: una mujer mayor –suponía que se trataba de la abuela– y tres niños pequeños.

El sábado anterior había conseguido varias fotografías estupendas, todas ellas con la misma protagonista: la más pequeña de los tres hermanos.

En general los adultos solían prestar atención de modo especial a los niños rebeldes y problemáticos; de esta manera quedaban en segundo plano sus retoños más dóciles y tranquilos.

Estos niños eran la «especialidad» del solitario fotógrafo.

En tanto sus hermanos acaparaban la atención de la abuela, la pequeña iba unos pasos por detrás del grupo, mirándolo todo con sus redondos ojos azules. Llevaba un par de coletas rubias que se balanceaban al andar.

El observador calculaba que no tendría más de cuatro años; a lo sumo cinco. También notó que la niña abrazaba un muñeco de trapo con forma de pulpo, y por el aspecto de los tentáculos se notaba que el muñeco era mayor que su propia dueña.

Aquel era el tercer sábado que acudía la familia al zoológico, y el verano estaba por acabar. El fotógrafo debía hallar ese mismo día su oportunidad.

Esta no tardó en aparecer: uno de los niños, tras haber metido la mano en la jaula de los chimpancés, y recibir como consecuencia un doloroso mordisco, comenzó a llorar y atrajo la atención de la gente que se hallaba cerca.

Él se acercó a la niña con naturalidad y le dijo que quería sacarle una foto a ella con su muñeco, y que tenía permiso de la abuela para hacerlo.

La pequeña cogió su mano y se marchó con el simpático señor.

Nadie los vio partir en una furgoneta oscura.

De camino a su casa, él preguntó a la niña su nombre. «Cindy» fue la respuesta, con un suave ceceo que lo hizo sonreír.

Repitió aquel nombre para sus adentros: «Cindy, dulce y tierna Cindy». Ya la amaba. Y pronto la amaría más todavía.
 
 

Cuando llegaron a su hogar, llevó a la niña a una habitación y la encerró allí mientras él se cambiaba de ropa: una camiseta y pantalones cortos reemplazaron su habitual uniforme de «cacería».

Era una suerte que la niña estuviera tranquila hasta entonces; de hecho, ahora mismo, al acercarse a la habitación, la oía hablar con su viejo muñeco de trapo.

«Adorable Cindy» pensaba cuando abrió la puerta.

El cuarto se hallaba en penumbras, pero distinguió con claridad la silueta de la niña sentada en la misma posición en que la había dejado: en la cama, con el muñeco a su lado, apoyado sobre la almohada.

El hombre se sentó despacio junto a la niña, y le dijo que iban a jugar un rato.

–¿No nos vas a sacar fotos? –preguntó la pequeña, con sus grandes ojos que brillaban en la oscuridad.

–Primero jugaremos a algo divertido. Yo seré tu papi.

–No tengo «papi».

–Por eso mismo; ven, siéntate aquí –le señaló sus piernas– te enseñaré cómo se juega.

–¿Puede jugar mi muñeco también?

–Aún no. Lo haremos nosotros primero.

Cuando tuvo el cuerpecillo sobre sus muslos, el hombre encendió la lámpara de la mesa de noche: no quería perderse los detalles del encuentro.

Dirigió su mirada al pequeño rostro vuelto hacia él, que en aquel momento le estaba sonriendo: notó que la boca se abría más y más, mostrando encías negras y dientes puntiagudos, al tiempo que entre los dorados rizos surgían apéndices como tentáculos fríos y viscosos al tacto, que en ese instante lo rodeaban en un abrazo mortal.

De aquella boca monstruosa surgió una voz inhumana que dijo:

–Cindy ahora no está. ¿Quieres jugar conmigo?



 Nota: las imágenes pertenecen a las películas: Poltergeist, Sinister y El exorcista.
Una postdata: este relato está inspirado en un incidente que viví yo cuando era pequeña y me llevaron al zoológico: hubo un "señor muy simpático" que se acercó a mí en el momento que los adultos de mi familia atendían a una primita que había sido mordida por un mono. El desenlace fue feliz porque mi "ángel" salió al paso y logré escapar; pero por supuesto, no olvidé jamás aquel incidente...

domingo, 22 de septiembre de 2013

Bienvenido otoño

Es el Mediterráneo; es Málaga y es el inicio del otoño aquí, en el Hemisferio Norte.











¡Feliz inicio del otoño!

lunes, 16 de septiembre de 2013

La cabeza reducida




Había visto el anuncio en el periódico, de modo que respondió enseguida y se preparó para la entrevista.

Un hombre pálido, vestido con un traje que olía a naftalina, le hizo unas pocas preguntas, y para alivio de la joven, fue contratada.

Comenzó a trabajar al día siguiente.

Le gustaba el horario, el barrio tranquilo y bohemio, y en especial la tienda. El cartel al estilo de los años veinte rezaba: «Pandora. Regalos y curiosidades. Compra venta de todo tipo de artículos».

Debajo de las letras grandes había una aclaración que en este caso se refería a ella misma: «Si tiene dudas o desea preguntar algo, diríjase al mostrador. Lo atenderemos sin ningún compromiso de compra».

El local no era pequeño, aunque al estar abarrotado de objetos de todo tipo, tamaño y utilidad, daba la sensación de ser un espacio reducido.

La flamante dependienta, cuando no estaba atendiendo a la clientela curiosa, ocupaba su tiempo en quitar polvo y organizar la surtida mercadería en sus respectivos estantes.

La joven sentía una especial fascinación por la colección de piedras y amuletos orientales que se exhibía en una de las vitrinas.

También le encantaban los perfumeros de cristal tallado, y las «muñecas del mundo», como ella misma llamaba a una serie de pequeñas muñecas vestidas con los trajes típicos de todos los países.

Allí no tenía un solo instante de aburrimiento. Si tenía ganas de leer, cogía un libro de viajes o algún manual de biología.

Si quería escuchar música, tenía la posibilidad de elegir entre miles de discos de pasta clasificados por género musical.

En fin, aquello le resultaba casi un paraíso. Con una excepción.

Le costaba admitirlo ante ella misma, pero el objeto en cuestión le daba un poco de miedo. Más de una vez debió vencer el impulso de llevarlo a la trastienda y cubrirlo con un trapo para no tener que verlo.

Provenía de las lejanas tierras del Amazonas.

Era una cabeza reducida.

Sí, la tienda también poseía una colección de ese tipo de artículos: pequeños animales disecados, venenos de serpientes conservados en minúsculos frascos de cristal herméticos, y lo que para la joven era una visión repugnante: una docena de fetos y órganos de distintas especies mantenidos en formol.

Esta colección, que en su opinión era lo único desagradable entre la gran mercadería de la tienda, se hallaba ubicada en un rincón al fondo del local, y solo accedían a él unos pocos clientes excéntricos.

La joven dependienta no comprendía que alguien quisiera gastar dinero para poseer algo así en su casa, y mucho menos para exponerlo como un tesoro, que era lo que algunos solían hacer.

Sin embargo aquello formaba parte de su trabajo, de modo que con un encogimiento de hombros quitaba el polvo a los estantes y revisaba el inventario.

Intentaba sobrellevar su aversión al contenido con naturalidad.

Excepto la cabeza reducida. Sentía que estaba compartiendo el espacio con un cadáver. Y aquella idea le perturbaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Al pensar en ello, suponía que aquella cabeza pertenecía a algún indígena que había tenido la mala suerte de caer prisionero en manos de una tribu enemiga; o quizás era un viejo ancestro cuya familia había querido honrar su memoria mediante aquella abominable práctica.

La joven no lo sabía con certeza; tampoco tenía la intención de averiguarlo.

Por todos los medios trataba de ignorar la cabeza; sin embargo, cuanto más se esforzaba, con mayor intensidad percibía su presencia en la tienda.

Sus ojos, de manera involuntaria, la buscaban; y al tropezar con ella, se apartaban para volver a posarse en aquel bulto con fascinada repulsión.

La cabeza era pequeña: tenía el tamaño de la de un bebé de pocos meses. Era de color marrón oscuro, con la piel semejante a un cuero seco y arrugado. Todavía conservaba unos mechones de pelo; y la boca sin labios parecía contraída hacia dentro, mostrando tres dientes amarillentos.

Le habían colocado un par de ojos de cristal, que según la opinión de la joven, en lugar de mejorar su aspecto, la hacían parecer algo salido de una pesadilla.

Se hallaba expuesta en una especie de nicho de madera forrado en terciopelo rojo, que estaba colgado en la pared lateral del rincón destinado a la colección «especial».

Un viernes por la tarde, frío y lluvioso, la joven dependienta estaba enfrascada en la lectura de un libro, cuando oyó ruidos provenientes del fondo del local.

«Los ratones vuelven a dar guerra» pensó con fastidio.

Se acercó al umbral de la trastienda y encendió la pequeña bombilla del techo.

Echó una ojeada rápida a su alrededor, y al no ver nada fuera de su sitio, se dirigió de nuevo a su puesto detrás del mostrador.

Sus ojos, como todas las veces que iba a aquella zona, buscaron la cabeza reducida.

Frunció el ceño desconcertada. Había algo raro ahí.

Se acercó y miró el nicho con su contenido.

La cabeza estaba ubicada mirando al frente, pero ahora notaba que se hallaba unos milímetros torcida hacia la derecha. ¿Cómo era posible?

Esa tarde había entrado poca gente en la tienda, y nadie tuvo oportunidad de ir hasta allí para tocar nada.

¿Estaba segura de aquello?

«Sí» se respondió a sí misma.

¿Podía ser que el dueño la hubiera movido el día anterior?

Al final de cada jornada, unos minutos después del cierre de la tienda, el propietario llegaba para revisar las cuentas del día y recoger el dinero de la caja.

Era un hombre de pocas palabras; al igual que en la entrevista de trabajo, el hombre iba directo al grano y en poco tiempo despachaba el asunto.

«No, no creo que haya sido él» pensó la chica.

Con aquel misterio sin resolver regresó a su sitio para retomar la lectura. Consultó el reloj de pared: aún faltaba una hora para concluir su jornada de trabajo.

Ya había anochecido, y al parecer la lluvia se había calmado un poco.

Comenzó a leer donde lo había dejado. Al poco rato tuvo una incómoda sensación en la nuca, como si alguien la estuviese mirando a sus espaldas.

Sabía cuál era la fuente de aquella sensación.

Se volvió a levantar de la silla y fue a plantarse frente a la cabeza.

Parpadeó. ¿Era cosa de su imaginación, o la cabeza estaba más ladeada que antes? Miró hacia la dirección en que se hallaba inclinada, y solo vio una vitrina con piedras, junto al gran armario antiguo donde se guardaban los disfraces venecianos.

Sacudió la cabeza desconcertada, y regresó al mostrador.

Encendió la luz de una pequeña lámpara y cogió nuevamente el libro.

Por fin el reloj señaló la hora del cierre.

La dependienta se levantó con una mueca: aquella postura le estaba afectando a su columna lumbar; tendría que andar más, o apuntarse a algún gimnasio.

Guardó el libro, cogió su bolso y volvió a mirar el reloj: el dueño se estaba retrasando. Sería la primera vez.

Luego fue a la trastienda para coger su abrigo y el paraguas, y no pudo evitar dirigir la mirada de nuevo hacia la cabeza: ¡ahora miraba directamente hacia donde ella estaba!

«¿Qué diablos...?»

Detrás de ella el armario se abrió y una figura se abalanzó sobre la joven, la tumbó en el suelo y la inmovilizó boca abajo.

Ella no tuvo tiempo de reaccionar. Su atacante la agarró de la larga melena suelta y le echó la cabeza hacia atrás; la joven vio apenas el movimiento de un relámpago que rebanó su cuello, y fue cuando supo con horror que moriría ahogada en su propia sangre.

Instantes después la alta sombra se incorporó de un salto, mientras a sus pies el cadáver se sacudía con los últimos espasmos, y lo dejó allí para acudir donde se hallaba la cabeza reducida.

«–Es inútil que lo intentes –dijo–. Nadie te hace caso; aunque ya no importa, pues pronto serás reemplazada».

Tras decir esto la figura se dirigió al mostrador y la luz de la lámpara iluminó su austero rostro: el dueño de la tienda acababa de realizar su última adquisición.



Nota: las imágenes pertenecen a las películas: "Los crímenes del Museo de Cera", "Alta tensión" y "Henry: retrato de un asesino".

Lobezno: una foto y una frase

Quiero iniciar la semana con esta "perla" del personaje de Lobezno (de X-Men)
No me he podido resistir cuando una amiga la publicó en mi biografía del Facebook:

"The only thing a man keeps with him is his principles. Everything else fades away." The Wolverine
("La única cosa que el hombre mantiene con él son sus principios. Todo lo demás se desvanece." El Lobezno)


sábado, 14 de septiembre de 2013

Fotos: despidiendo el verano...



Estas fotografías las tomé ayer entre las 7 y las 8 de la tarde, en mi barrio, ubicado en la costa este de Málaga.
Caigo y vuelvo a caer una y otra vez bajo el hechizo del mar y del aire salobre que a su capricho empuja las olas hacia la orilla. Es imposible resistirse. No puedo evitarlo; no quiero hacerlo.
Me explico así la elección de tantas almas atormentadas que buscan refugio y consuelo en esta visión ultraterrena, en ocasiones terrorífica, en ocasiones benevolente, del mar.
Comparto lo que mi cámara pudo captar de su belleza.