jueves, 27 de junio de 2013

Un hombre normal. Relato de un despertar.


De pequeño le gustaban esas cosas. Sin embargo cuando expresaba aquella inclinación, los adultos decían que era algo malo, que no debía gustarle eso si quería ser un niño bueno.
Así que enterró en lo profundo de su sótano interior todos esos deseos, y dibujó soles y flores de colores en el papel, formando parte del grupo de los niños normales.

Cuando creció eligió el oficio de su padre, y al tener por primera vez en sus manos la gran cuchilla de acero inoxidable con su afilada hoja, vio su rostro reflejado en ella como si de un espejo se tratara.

Por fin.

Toneladas de «aquello» pasaban por sus manos todos los días: colores, texturas, tamaños, formas; aspiraba su olor particular: en ocasiones ligeramente dulce con un toque ácido; en otras, un aroma denso y opaco anunciando el inicio de la putrefacción.

Disfrutaba con el sonido de los huesos al romperse limpiamente, debido al golpe certero de su hábil muñeca; y el tacto frío y escurridizo de la materia lista para que otros la disfrutasen también.
En aquel contexto a nadie le resultaba extraño verlo cubierto de sangre, con una sonrisa de entusiasmo y lleno de energía mientras trabajaba doce horas al día sin rechistar.

Allí era normal, aunque su sótano rebosaba de deseos reprimidos. Quería más. Necesitaba más. No podía evitar las fantasías. ¿Quién puede hacerlo?

Una madrugada se abrió la puerta prohibida y lo que estaba bajo llave tomó el control.
Cuando la gente supo lo que había ocurrido, el espanto se apoderó de la ciudad.

Al ser interrogados por la policía y la prensa, los vecinos del barrio meneaban la cabeza con incredulidad: « Era un chico muy respetuoso, no se metía con nadie.»
«Muy trabajador; quizás un poco reservado, pero siempre muy amable…»
«Normal, muy normal…» Repetían todos azorados.

Jack el Destripador


El vampiro de Dusseldorf

Asesino del Zodíaco

 








 

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