¿Y si no hay eternidad?
¿Si tras la muerte nos hundimos en el mar sin fondo del
olvido cósmico, hechos partículas invisibles de memoria, disueltas y enhebradas
entre el polvo del no ser?
Entonces los destinatarios de mi amor, ya idos, solo existirán en mi recuerdo.
Si por una vuelta del destino mi mente naufragase borrando
lo vivido, ellos partirían también en la barca que no regresa nunca, alejándose
para siempre, como si jamás hubiesen existido.
Dependo entonces de la memoria de otros para ser, después de
haber partido.
Si no hay eternidad se perderán las infinitas fotografías
que mis ojos asombrados captaron al detalle cuando niña.
Se perderán los aromas y las risas y las notas de guitarra
alrededor del fogón en aquellas noches jóvenes, cuando parecíamos libres de la
tiranía del tiempo.
Si no hay eternidad yo perderé tus secretos susurrados al
oído, perderé tus ojos, perderé tu pelo, tu calor tu sangre tus besos…
Mi amor, te perderé aun más si cabe de lo que ya te he
perdido.
Si no hay eternidad un puñado de ecos se irá amontonando en
el agujero negro del silencio.
Mas ¡qué digo! Cada instante, sin piedad, me aniquilan los sueños malheridos. Las promesas que jamás escucharé. Los «te quiero» nunca confesados. Tu ausencia siempre presente en todos los paisajes.
Si no hay eternidad tampoco habrá dolor. Ni amor. Ni olvido.
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