sábado, 27 de abril de 2013

Relato corto: Un rato en la playa.


La mañana era espléndida. Ideal para pasar el rato tumbado al sol, mientras los niños chapoteaban en la orilla con sus baldes y sus palitas de plástico verde, preparando tortitas de arena o un castillo con sus cuatro torres… Es lo que estaba haciendo la pequeña Katy, de cinco años recién cumplidos, con absoluta concentración. Su balde rebosaba de arena mientras ella continuaba llenándolo con leves “plof-plof” cada vez que la palita volcaba su contenido, y mientras tanto el agujero que cavaba se hacía más profundo a sus pies.

 La madre de la niña se hallaba a pocos metros, con un exiguo bikini turquesa que le sentaba muy bien a su piel ya bronceada, acostada de espaldas, grandes gafas oscuras sobre el rostro y un bote de crema casi vacío cerca del brazo derecho, con el que se untaba a ratos las partes del cuerpo expuestas al sol, que en este caso eran casi todas…

 Cerca de ellas había más niños jugando desperdigados por la playa, y unos pocos adultos tomando sol, durmiendo o ambas cosas a la vez.

 Cuando Katy encontraba alguna caracola u otro tesoro rescatado de la arena, llamaba a su madre para que ésta se incorporase y contemplase con admiración su pequeño botín. Al principio conseguía la atención de la adulta, pero a partir de la quinta o sexta vez, su madre se limitaba a mover la mano como saludándola, pero sin levantar la cabeza…

 Las gaviotas se daban un festín con los restos que los pescadores dejaban en la orilla, y ya se podía sentir el aroma a leña quemada que anunciaba los espetos de sardinas que los chiringuitos en breve ofrecerían a la clientela hambrienta y quemada al sol.

 Katy  continuaba su labor concentrada en varios montoncitos de arena mojada formando un círculo, cuando una nube cubrió por un momento el sol proyectando una sombra sobre su cabeza. Levantó la vista curiosa, un poco distraída.

 Ya era mediodía, según sus cálculos. La madre de Katy suspiró antes de incorporarse, y abrió los ojos frunciendo el ceño. Se quitó las gafas mientras llamaba a la niña:

- ¡Katy  nos vamos! ¡Es hora de comer! ¡Recoge tus cosas!

A lo lejos oía los gritos de un grupo de niños jugando al fútbol. Un poco más cerca, una pareja de mediana edad se alejaba conversando.

- ¡Katy por favor! ¡Se nos hace tarde, papá estará esperándonos!

Mientras la volvía a llamar, enrolló una de las toallas y comenzó a acercarse donde la niña se había instalado para jugar. Medio deslumbrada por el sol, vio una pequeña sombra con un balde y dijo:

- ¡Por fin! ¡Vamos!

Cuando estuvo más cerca, se dio cuenta de que se trataba de un niño. ¿Dónde estaba Katy? Su fastidio se convirtió en preocupación cuando descubrió el balde y la palita de la niña abandonados en la arena, junto a un castillo a medio terminar.

Gritó:

- ¡Katy! ¡Katy!

Ya con el corazón retumbándole en los oídos, sus piernas temblorosas comenzaron a correr hacia el punto de socorro. Sin saberlo estaba llorando.

Entonces, como un flash, recordó las noticias.

“Dos niñas desaparecen en un lapso de veinte días… La policía pide la colaboración de los ciudadanos… Secuestradas… Las familias están destrozadas…”

El cuerpecillo de Katy se mecía suavemente en el asiento de atrás del coche que rápidamente se alejaba de la playa.

El cielo, de repente, se llenó de nubes de tormenta.


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