Va de una niña que ve.
Miedo, mucho miedo. Silencio; secretos revelados en dibujos que nadie sabe interpretar.
El depredador también la ha visto.
¿Qué va a ocurrir a partir de ahora?
Para asomarse a esta historia, aquí transcribo el comienzo:
Ane Hans tiene quince años. Acaba
de salir de casa para coger el autobús en la vía catorce, que la dejará en la
esquina del instituto. Es viernes y está entusiasmada. Ya queda menos tiempo
para asistir a su primera fiesta vestida de largo. Será mañana sábado, y ya
tiene todo preparado. El vestido azul es precioso. Ella misma confeccionó el
modelo, y su madre lo cosió.
Sonríe mientras coge el camino del
parque como atajo y distraídamente arranca una rama de lavanda que todavía no
ha florecido.
Acelera el paso, pues a esa hora el
parque está prácticamente desierto, aunque no siente miedo ya que anda por
aquel camino todos los días, y nunca le ha ocurrido nada.
Lo que no sabe Ane mientras su
coleta rubia se balancea al caminar, es que desde hace varios días ha sido
cuidadosamente seleccionada, elegida y acechada.
Él la está esperando detrás de unos
arbustos altos, oculto entre los jirones de niebla típicos de la ciudad a esa
hora, en esta época del año.
Todo es muy rápido. Cuando la chica
pasa junto a él, se abalanza sobre ella, le tapa la boca con un pañuelo
empapado en una sustancia que la deja inconsciente y la arrastra fácilmente
hacia su escondite.
Sus movimientos están perfectamente
planificados y calculados.
Cargando con el peso muerto de la
joven, de repente alza la cabeza y clava los ojos en una niña que lo está
mirando a varios metros de distancia. Lleva uniforme escolar, una mochila y lo
que sobre todo retienen sus pupilas es el color del cabello. Rojo oscuro, opaco
a la luz todavía gris de la mañana. Parece una aparición entre la niebla que la
rodea como un aura.
Deja el bulto en el suelo y cuando
se dirige hacia donde está la niña, ha desaparecido. Escucha ruidos que supone
serán sus pasos corriendo hacia la zona más transitada del parque. Lástima.
Sonríe con pesar.
Vuelve a cargar con su presa y se
aleja rápidamente.
Varios minutos más tarde, la niebla
se levanta y el sol comienza a brillar en todo su esplendor. Unos rayos caen
sobre la pequeña rama de lavanda olvidada junto al sendero del parque.
Ya esta ?¿ quiero un poco más :)
ResponderEliminarJajajaja! Sííí de a poco voy a ir revelando más detalles, es lo bueno que tiene la incógnita... Un abrazo!
ResponderEliminar