martes, 30 de abril de 2013

"El fantasma de la niebla", el comienzo.

Va de un asesino. Va de desapariciones y de sospechosos, de policías que investigan y de pistas por doquier.
Va de una niña que ve.
Miedo, mucho miedo. Silencio; secretos revelados en dibujos que nadie sabe interpretar.
El depredador también la ha visto.
¿Qué va a ocurrir a partir de ahora?
Para asomarse a esta historia, aquí transcribo el comienzo:


Ane Hans tiene quince años. Acaba de salir de casa para coger el autobús en la vía catorce, que la dejará en la esquina del instituto. Es viernes y está entusiasmada. Ya queda menos tiempo para asistir a su primera fiesta vestida de largo. Será mañana sábado, y ya tiene todo preparado. El vestido azul es precioso. Ella misma confeccionó el modelo, y su madre lo cosió.

Sonríe mientras coge el camino del parque como atajo y distraídamente arranca una rama de lavanda que todavía no ha florecido.

Acelera el paso, pues a esa hora el parque está prácticamente desierto, aunque no siente miedo ya que anda por aquel camino todos los días, y nunca le ha ocurrido nada.

Lo que no sabe Ane mientras su coleta rubia se balancea al caminar, es que desde hace varios días ha sido cuidadosamente seleccionada, elegida y acechada.

Él la está esperando detrás de unos arbustos altos, oculto entre los jirones de niebla típicos de la ciudad a esa hora, en esta época del año.

Todo es muy rápido. Cuando la chica pasa junto a él, se abalanza sobre ella, le tapa la boca con un pañuelo empapado en una sustancia que la deja inconsciente y la arrastra fácilmente hacia su escondite.

Sus movimientos están perfectamente planificados y calculados.

Cargando con el peso muerto de la joven, de repente alza la cabeza y clava los ojos en una niña que lo está mirando a varios metros de distancia. Lleva uniforme escolar, una mochila y lo que sobre todo retienen sus pupilas es el color del cabello. Rojo oscuro, opaco a la luz todavía gris de la mañana. Parece una aparición entre la niebla que la rodea como un aura.

Deja el bulto en el suelo y cuando se dirige hacia donde está la niña, ha desaparecido. Escucha ruidos que supone serán sus pasos corriendo hacia la zona más transitada del parque. Lástima. Sonríe con pesar.

Vuelve a cargar con su presa y se aleja rápidamente.

Varios minutos más tarde, la niebla se levanta y el sol comienza a brillar en todo su esplendor. Unos rayos caen sobre la pequeña rama de lavanda olvidada junto al sendero del parque.


2 comentarios:

  1. Ya esta ?¿ quiero un poco más :)

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  2. Jajajaja! Sííí de a poco voy a ir revelando más detalles, es lo bueno que tiene la incógnita... Un abrazo!

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