viernes, 19 de julio de 2013

La primera cita



La joven y guapa camarera servía las mesas con movimientos fluidos y rápidos; captaba al vuelo la señal de un cliente que quería más café, y se anticipaba a los deseos de los parroquianos ubicados en la barra, cumpliendo así un ritual que dejaba a todo el mundo contento.

En general nadie se atrevía a propasarse con ella, salvo algún imbécil de esos que entraban allí por primera vez y no conocían las normas; aunque el asunto era zanjado sin problemas con la expulsión del indeseable. No solían repetir el error.

Todo el mundo sabía que la chica era soltera y que vivía con su hijo, desde que ambos habían llegado al pueblo, cuatro años atrás.

Ella era muy reservada. Amable, sí, pero se notaba que prefería no hablar de sus cosas.

Sus compañeras de trabajo suponían que había sufrido una mala experiencia con un hombre; quizás estaba huyendo de algún maltratador, y por ese motivo no se comprometía con nadie.

También estaba la cuestión del hijo que jamás salía de casa y al que ella siempre se refería como «mi niño».

Respecto a este tema había opiniones diversas. Algunos decían que quizás se trataba de un retrasado mental; otros incluso dudaban de la existencia de dicho niño.

De todos modos la gente del bar la apreciaba y de vez en cuando arreglaban alguna cita a ciegas para ella, solo por el placer de verla divertirse.

La joven aceptaba con una sonrisa, salía con el candidato en cuestión y ahí terminaba todo.

Había llegado fin de mes: noche de viernes. A mediados de julio el calor era sofocante y el bar estaba a tope por los camioneros que hacían un alto en la ruta para cenar.

La camarera, al igual que sus dos compañeras, iba y venía sin descanso llevando pedidos y trayendo bandejas.

La cerveza corría alegremente entre las mesas, y cuando una jarra quedaba vacía, al instante se volvía a llenar con el líquido dorado y espumoso.

Pese a la cantidad de gente, la guapa camarera sintió que durante toda la noche alguien no le quitaba el ojo de encima. Se trataba de un hombre joven con una camiseta pegada al torso musculoso y el tatuaje de un ancla en uno de sus bíceps.

Ella sintió un escalofrío de anticipación: habían pasado ya varias semanas desde la última vez, y el individuo en cierto modo la atraía. Tenía aspecto saludable y limpio, y no parecía ser un psicópata.

Se encogió mentalmente de hombros, y pensó que el riesgo valdría la pena. Al día siguiente no trabajaba, así que podría dormir un par de horas más.

Cerca de las dos de la mañana terminaron de limpiar todo, y el jefe se encargó de cerrar. Como siempre que la joven hacía aquel turno, él le ofreció acompañarla luego hasta su casa. Ella esta vez no aceptó la invitación, ya que el hombre del brazo tatuado la estaba esperando afuera, apoyado en una moto grande y negra.

Se marcharon de allí y pronto llegaron al sitio donde vivía la joven camarera. Se trataba de una modesta casa prefabricada con un patio trasero, bastante apartada del resto de casas y con árboles alrededor.

El hombre preguntó lo evidente: ¿no le daba miedo vivir tan aislada de los vecinos, allí sola? Ella, mientras servía un vaso de vino en la minúscula salita, negaba con la cabeza y respondía que le gustaba vivir allí, donde disfrutaba de privacidad; además sabía utilizar la escopeta que guardaba en el armario.

Estuvieron charlando un poco mientras bebían; la joven acomodada en una banqueta, él sentado en el único sillón de la estancia.

Tras unos minutos el visitante se incorporó lentamente con una mirada extraña.

La camarera, petrificada, no se atrevía a moverse.

Se oyeron sonidos de cristales rotos, y el estrépito de la banqueta al caer al suelo. Un fuerte jadeo, y después el silencio.

El corazón le latía con fuerza, como en las demás ocasiones. Cogió el cuerpo por los brazos y comenzó a arrastrarlo hacia el cuarto de baño.

El destino era la vieja bañera manchada de óxido.

En la habitación de al lado comenzaron a oírse gemidos agudos y golpes contra la puerta cerrada.

«Calma pequeño, calma. Ya sé que tienes hambre. Mami pronto te dará de comer».
 

Nota: todas las imágenes pertenecen a la serie True Blood.

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