martes, 7 de enero de 2014

La amante


El hombre se levantó de la cama con súbitas ganas de orinar. Miró el reloj que tenía en la mesilla de noche y vio que eran las tres de la mañana. Recordó entonces una película que le había impresionado, sobre el caso real de un exorcismo, donde explicaban que aquella hora de la madrugada era la hora del demonio. Se sintió un poco nervioso con aquel recuerdo, y sacudió la cabeza como para ahuyentarlo.
En el cuarto de baño, tras aliviar su vejiga, se inclinó sobre el lavabo para lavarse las manos. Evitó con cuidado mirarse en el espejo; fue entonces cuando descubrió la extraña sombra que proyectaba el vaso de cristal vacío que se hallaba junto al grifo. Parpadeó un poco para aclararse la vista; el dibujo continuaba allí, nítido y siniestro, como burlándose de él. Era el rostro de una calabaza de Halloween, de esas que suelen utilizar para dar miedo a los niños. Él no era supersticioso; bueno, solo un poco, pero aquello parecía un mal presagio.
Se persignó con la mano derecha temblorosa, y antes de apagar la luz, volvió a evitar el espejo.
A pesar de todo, fue capaz de sonreír cuando vio a la mujer que lo esperaba en la cama. Aquella noche él le había hecho el amor durante varias horas, de modo que ella no podía quejarse.
Era hermosa, con su largo cabello rubio y los ojos ausentes, como si estuviera contemplando un paisaje propio, ajeno a este mundo.
El hombre regresó a la cama y la abrazó con cuidado para no despertarla. Su cuerpo estaba frío, así que él la estrechó un poco más, para darle calor. En ese momento de la boca femenina salió un sonido; el hombre no se alarmó porque lo había oído en otras ocasiones, con anteriores compañeras de cama. Él apretó los ojos y rogó a Dios que aquella relación durase un poco más, pese a que el verano se acercaba y el hombre era consciente de lo que aquello significaba. Otra partida; otra dolorosa separación.
Volvió a recordar la sombra siniestra del vaso, y hundió la cabeza en el cabello de la mujer dormida. Aspiró su aroma con fruición: olía a claveles, a tierra fresca y a lo que él más temía. «Todavía no, todavía no» pensó al tiempo que se aferraba al cuerpo inerte que había comenzado a hincharse por causa de los gases y a despedir aquel olor dulzón característico.
Al final, él se resignó. Dentro de poco tendría que hacer otra visita al cementerio, en busca de una nueva amante.



Nota: las imágenes pertenecen a la película "Viridiana".













4 comentarios:

  1. Sin duda que tiene efecto de shock ver al individuo necrófilo y a saber que más, pero para iniciar el año pudieras regalarnos tu experta narrativa con un estimulante acto de amor entre dos personas vivas que nos detallen la maravilosa sinfonía de sus carnes expresando sus sentimientos.

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    1. Muchas gracias Carlos por tu comentario, sí sé que este relato produce el efecto de "shock", tiene que ver con los caprichos de la "musa" que mueve mi pluma, con los monstruos que acechan en el inconsciente, y si quieres un relato de amor más amable de leer, te recomiendo "morir de amor" que también está publicado en mi blog. ¡Un abrazo!

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  2. Ufff, qué momento. Brillante, Fabiana, me encantó. Lo de la llegada del verano y la búsqueda de una nueva amante, ideal, muy lógico, y muy acorde para terminar de comprenderlo todo.
    ¡Saludos!

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    1. Muchas gracias Juan, por tu comentario siempre edificante...
      Un cordial saludo, y ¡feliz jueves!

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