Hay sentimientos y emociones que solo se pueden expresar con el lenguaje del alma por excelencia: la poesía. Es lo que he intentado hacer con estos versos, en memoria de los que no están, y de los que aquí continuamos el breve viaje que nos toca hasta reencontrarnos por fin, en otro puerto, en otra orilla, sin dolor y sin distancias.
A MIS AUSENTES
Aquel
que se fue
sin
decir adiós,
un
otoño ayer
un
verano hoy.
Fugaz
primavera
con
aire de risas;
detrás
es la sombra,
la
gris sombra fría.
Seductor
engaño
del
jardín en flor:
hoy
derrocha vida;
después
ya no hay sol.
Alguien
nos miró
tan
solo una vez,
y abriendo una puerta
de
pronto se fue.
No
escuché su voz,
no vi
más su tez;
sus
manos abiertas,
su
trigo, su miel.
El
calor amigo
ya
dejó de ser;
silencio
que duele
cada
atardecer.
¿Dónde
están los días
que
no vivirá?
¿Dónde
van los sueños
que
ya no serán?
Y en
la fría senda
de
esta soledad
surge
otra pregunta
certeza,
en verdad:
¿qué
es lo que la noche
no
puede arrancar,
ni el soplo del tiempo
lo puede borrar?
Entre
las cenizas
hay
chispas de luz;
una
brasa tibia;
sonrío:
¡eres tú!
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